Celebrar los 50 AÑOS de haber salido
del Colegio es ciertamente una ocasión especial que
se presta para múltiples ritos, entre ellos, para
hacer una revisión de los años de formación
secundaria que pasamos dentro de sus aulas, sus
muros, sus patios y oratorios. No se diga para
evaluar los 50 años subsiguientes, medio siglo de
accionar, de crear, de haber sembrado y haber
cosechado. Toda esta referencia merece espacio que
por holgado para ser completo, es imposible tenerlo
hoy. Haré solamente una brevísima referencia a las
características sobresalientes de este grupo humano
que salió del San Gabriel en calidad de flamantes
Bachilleres, el 17 de julio de 1961. Al mirar atrás,
sentimos orgullo de integrar la Promoción 1961.
Tiernos jóvenes, venidos de las más variadas fuentes
de educación primaria: privadas o públicas,
capitalinas o de provincias, confesionales o laicas.
Todos encauzados ordenadamente en el metódico y
programado rumbo educativo jesuítico, probado por
siglos en latitudes europeas, saturado de
conocimientos precisos y a la vez expuestos a las
interminables variaciones sudamericanas, continente
marcado por el tercer mundismo entonces, por
añadidura lleno de folclóricas manifestaciones
locales tan vistosas como únicas.
El destino se encargó de caracterizar a
nuestra promoción coincidentemente con señales
especiales. Nuestro Salón de Estudios en el Primer
Curso fue nada menos que el famoso Salón del Milagro
de La Dolorosa. Allí derramó sus lágrimas en 1906 y
nosotros, los chúcaros de ese año, participamos en
primera fila de la solemne conmemoración:
“cincuentenario del milagro” y de la imponente
coronación del cuadro venerado. De alguna manera esa
coincidencia representa una bendición especial.
Algún destino destacado estaba reservado para
nosotros.
A partir del Segundo Curso se concretó
la construcción del “colegio nuevo”, con toda la
ilusión y novedad de una ubicación física en el
extremo norte de Quito, donde terminaba la avenida
América, en las mismas faldas del Pichincha, en
tierras habitadas ancestralmente por los Quitus, que
bautizaron así a la nación más tarde subyugada por
los Incas. En efecto, entre la nostalgia de dejar el
“colegio viejo”, alejarse del enorme peso de
tradición educativa iniciada en 1587 como “Colegio
San Luis”, se abría paso la novedad, la modernidad,
los nuevos tiempos. Un dualismo que es parte
sustancial nuestra: lo viejo y lo nuevo; lo
tradicional y lo innovador.
Ese paso irreversible se dio en octubre
de 1958, cuando iniciamos el Cuarto Curso, ocupando
la nueva casona, sintiendo la emoción de su
inauguración formal el 12 de diciembre, descubriendo
placas conmemorativas, identificando la presencia
personal de las más altas autoridades nacionales del
poder político, eclesiástico y de la Asociación de
Antiguos Alumnos, sintiendo la emoción encarnada en
el Rector saliente del San Gabriel, el casi mítico
Padre Jorge Chacòn, “Rector de Rectores” como le
calificó por entonces Jorge Salvador Lara, aquí
presente esta mañana.
Habíamos pasado los tres primeros años
de formación secundaria en el longevo, histórico
plantel e iniciábamos los segundos tres años en la
representación edificada de lo que sería el
nacimiento de una nueva era. El desafío de superar
los logros de antaño, mejorar lo bueno y no repetir
lo malo. Nuestra promoción aceptó el reto. La
competencia académica creció, nuestra calidad
estudiantil se hacía notar, las participaciones
personales y colectivas perfilaron la frase acuñada
por Hernán Rodríguez Castelo muchos años después:
“bronce viejo debe verterse intacto, eterno, en
moldes nuevos”. Los moldes nuevos que nosotros
empezamos a fraguar.
El Cuarto Curso del Colegio marcó un
hito en su 5 veces centenario historial, al
manifestar en forma pacífica pero unánime y firme,
la inconformidad con pequeñas prebendas en temas tan
cotidianos como las premiaciones y reconocimientos a
estudiantes destacados y sus respectivas secciones.
Mi Sección llevó a cabo la primera y única huelga en
la historia gabrielina hasta entonces, que duró tres
horas de una tarde memorable de 1959, hasta que
nuestro querido Inspector Pedro Escobar, nuestro
representante en el altar este momento, vino en
persona al histórico cine Capítol, a pedirnos que la
suspendiéramos y así lo hicimos. La gesta dio
resultados. A poco cambiaron para siempre los
cuestionados considerandos de las premiaciones. Los
profesores seglares y de sotana adoptaron posturas
más universales. El remate se dio poco después con
la imparable y silenciosa rebelión jesuítica en el
continente entero. Se separaron del ejército de
Loyola destacados soldados ecuatorianos que
emprendieron por su cuenta conquistas culturales y
humanas únicas, siguiendo eso sí en sus fueros
internos, el cauce formador que los convocó
Pedro Escobar se cuenta entre los que
no renunciaron pero salió de la Patria y cincuenta
años después hemos casi perdido la esperanza de que
retorne. No ha faltado por él, sus intentos y los
nuestros hasta ahora no encuentran,
inexplicablemente, el contundente respaldo de la
Compañía de Jesús para que nos acompañe los años que
queden y nos ilustre con su erudición. Antes de irse
tuvo dos gestos únicos que dicen mucho de sus
afectos. Por su propio esfuerzo consiguió una
bendición apostólica especial del también único Papa
Juan XXIII, bendición que nos ha acompañado junto
con la imagen de La Dolorosa hasta ahora. Como
recuerdo de su partida publicó un memorable folleto
llamado SIDERA en 1959, donde confiesa que fue su
“antiguo deseo personal” publicar esos primeros
Ensayos Juveniles, “selección de trabajos de
redacción que nos dejó como su mejor recuerdo,
siendo algo totalmente nuestro” en sus propias
palabras.
Quinto y Sexto Cursos fueron años
excepcionales. La fiebre por saber más nos tuvo
envueltos en múltiples actividades: ascencionismo,
cine, teatro, poesía y prosa, aparte de las
deportivas. En concursos intercolegiales el San
Gabriel arrasó con los primeros premios. En su
interior los debates en novela y oratoria nos tenían
elocuentes permanentemente. Fue una satisfacción
personal mía presidir un año la Academia Literaria
del Colegio, la que nos inducía a encontrar tiempo
para leer y comentar sesudamente. A más de ésa, la
oficial, teníamos otra Academia en casa de un
compañero, casa que ha resistido cincuenta años y
nos mira tristemente pasar de vez en cuando,
diagonal al parque del arbolito, otro enclave de ese
entonces. Hernán Rodríguez Castelo sabía de ambas y
nos contagiaba con su capacidad de trabajo. El
mismo, hace solo dos años, al presentar mi libro
HISTORIA DE LA ACADEMIA ECUATORIANA DE MEDICINA, nos
describió nostálgico como “aprendices de escritores,
lectores voraces que se agruparon en la inolvidable
Academia Literaria, semillero de grandes figuras de
nuestra literatura” y mencionó varios nombres
incluyendo a miembros de la promoción 61.
Es que nuestros empeños iban lejos. En
Sexto Curso empezó la edición de CRITERIO y luego
NOE, revistas de pequeño formato pero de grandes
alcances en las colaboraciones literarias y
periodísticas exclusivamente aportadas por
compañeros de la promoción. También hubo el Club
ODEC-“organización de estudios científicos”- que a
más de hacer experimentos produjo caseras
publicaciones llamadas “Mundo Científico”. Los
exámenes de grado que rendimos, pusieron el sello de
oro a la vida colegial. Tuvimos el honor fuera de lo
común de ser públicamente felicitados por los
temibles profesores de Colegio Mejía que ceñudamente
supervisaban como delegados oficiales cada examen en
nuestras aulas y disimulaban comparaciones
con sus propios bachilleres. Esas experiencias
injustas y tensionantes, las superamos coronados con
ramas de laurel. ¡Un año después se abolieron para
siempre dichas delegaciones…!
Con este bagaje nos lanzamos a la vida
universitaria y luego a la profesional. Corrieron
los años, nos confundimos con los demás seres
humanos, integramos la ciudadanía universal y hemos
llegado, cincuenta años más tarde a celebrarlo con
honores. Cuán frecuentes han sido los logros
individuales de esta promoción. Cuántas veces hemos
enaltecido a toda la educación formal que recibimos.
Frecuentemente hemos hecho vivencia del principio
“ser hombres para los demás”. En política hemos
preferido dar un paso al costado antes que degradar
el servicio al prójimo, con las constantes
corruptelas y farsas que ahora campean. Hemos
enfrentado retos nacionales e internacionales, hemos
sido reconocidos en muchos lugares del planeta como
innovadores, capaces y honrados. Hemos llevado el
nombre del ECUADOR a confines terráqueos con honor,
generando respeto. Citar nombres de compañeros de
promoción en los aspectos mencionados sería largo
pero todos sabemos quiénes son y esta vez sí somos
casi todos los que fuimos.
Hay que recalcar que el San Gabriel ha
llevado siempre nuestra mejor atención al igual que
la histórica Asociación de Antiguos Alumnos ASIA.
Para el Colegio dedicamos a través de los años el
financiamiento de becas a buenos estudiantes con
limitaciones económicas, por ejemplo. Cuando fuimos
priostes de este evento hace 25 años, entregamos
importantes equipos para incentivar la investigación
científica de los estudiantes. ASIA, nuestra querida
Asociación de Antiguos Alumnos, recibió nuestros
desvelos cuando presidimos la misma de 1994 a 1998.
La obra fue enorme, lo atestiguan numerosos
ejemplares del boletín FACETAS, entre múltiples
publicaciones, portadoras del cronograma de trabajo
que, como dijo el inolvidable Padre Alfonso Acosta:
“fue algo nunca antes visto”. Consolidamos la
Federación Ecuatoriana de Antiguos Alumnos.
Realizamos los Segundo, Tercer y Cuarto Congresos
Nacionales, 30 y màs años después del primero.
Unificamos a Sudamérica en la Federación
Latinoamericana de Ex Alumnos. Organizamos en Quito
el único Congreso Latinoamericano de Ex Alumnos,
calificado como el mejor en su historia. Habilitamos
íntegramente nuestra sede social, dotándola de
servicios médico, dental y legal gratuitos, de una
Galería de Ex Presidentes, sin incluirnos nosotros
mismos, en gesto ejemplar.
Como si todo esto fuera poco llevamos
al Ecuador a la categoría de candidato a la
presidencia mundial de la UNION MUNDIAL DE ANTIGUOS
ALUMNOS con sede en Roma, en una participación
memorable cuando concurrimos a Sídney, Australia, en
elogiada representación del país, en 1998.
Por lo poco mencionado y lo mucho
silenciado, no podemos ocultar la desazón que nos
causa saber que la original edificación de ASIA,
donde se inició la UTE hace años, ha sido
recientemente destinada a otro fin. Por encomiable
que éste sea, pedimos insistentemente se
reemplace en forma debida ese patrimonio y su
natural independencia, producto del esfuerzo
mancomunado de muchas generaciones de antiguos
alumnos cuyas contribuciones incluyen todos los
aspectos que fueron necesarios para la construcción
del mismo colegio nuevo y ésta misma Basílica, entre
otros centros de estudios, residencias, asilos, etc.
Al terminar dejo constancia de nuestro
agradecimiento a la Promoción prioste 1986, a sus
líderes, por rescatar la tradición, por considerar
que el tiempo asignado a estas palabras respeta los
50 años que hemos tenido que vivir para recordarlo
en 8 minutos, sin alardes, sin citas rebuscadas, sin
lloriqueos, eso sí, con una gran dosis de la
sensatez y optimismo de que, entre otras cosas, está
en nuestras manos decir no al
descarado intento de dejarnos sin libertad, intento
disfrazado de viveza montubia e ingenuidad serrana.
Muchas gracias
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