¡¡Barón!!!.... dijo la partera.
Cogiendo de los pies a esta indefensa criatura y levantándolo,
no sé si como un trofeo de guerra o un vulgar conejo antes de
meterlo a la olla. Falsa esa sonrisa de triunfo porque ella no
hizo nada. Mi madre fue la que se sacó la madre, pujando y
teniéndome en su barriga por 9 mesesotes.
Eran las 4 y 45 en punto del 6 de
junio de 1942. y todo hubiera ido bien si no es que siento un
chirlazo en pleno trasero, dizqué para que llore. No había
necesidad de eso, creo que si solo se aguantaba un poquito y me
permitía verle con el rabo del ojo a esa comadrona gorda,
chancha, sudorosa, hubiera llorrado como bestia.
En fin, la maldad estaba hecha, y
lloré, lloré y lloré. En ese puto instante creo que se marcó
para siempre en mí una rebeldía tonta que de nada sirvió para
evitar que me saque la madre el Iturralde y el Padilla, aúnque
sí para desquitarme a quiños con el Páez.
Primer hijo, primer nieto, primer
sobrino. Era un ananay de guagua. Un poquito llorón sí, pero
lindo por donde me lo miren. Cuando el padre en el bautizo dijo
cómo le ponemos?, mis padres amorosos dijeron: ¡¡Fernando!!,
pero el señor cura dijo: No…cómo le ponemos para que no me
muerda.
Fui la felicidad de mis papis,
pero más feliz fue mi mamá, porque le quedó gustando eso de
traer hijos al mundo y poco a poco fue incrementándose la
familia con 7 hermanitos más.
Entre tanto mimo, me fueron
saliendo los dientes, y cuando estuve echo una fiera me metieron
al Jardín de Infantes Mercedes Noboa. Ahí conocí al primer
amor de mi vida, fue una señorita que nunca me acuerdo su
nombre, pero que tuve la desgracia de verla envejecer. ¡Qué
horror!! Bueno…a esa edad cualquiera se equivoca.
Fue en ese Jardín que conocí
las primeras vicisitudes de mi inconsciencia, pues estuve con
una pata afuera y casi me expulsan, porque en lugar de estar
jugando a la gallinita ciega me encontraron fumando.
La primaria pasó como un suspiro
en La Salle. Ahí me distinguí por tocar el acordeón y por ser
del coro del Colegio. Lo del acordeón me sirvió para aplacar
las hambres en la Argentina, y también para que se luzcan
algunos amigos míos en las incontables serenatas que dí …gratis.
Me acuerdo del Hemanito Gabriel,
era casi de mi porte y me enseñó el abecedario en Inglés con
un fondo musical que nunca me olvidaría y me sirvió toda la
vida para saber cual letra mismo era la que quería traducir: Ei,
bi, ci, di, i, ef, lli.
Otro profesor fue el Hermano
Antonio, alias "El Dogo", el apodo creo que era por la
cara, pero lo que sí me acuerdo es que atacaba cuando estaba
furioso. Y del que nunca me podré olvidar es del Pachito, un
Hermanito más bueno que el pan, tan bueno que me al final del
6º grado, puso mi foto en el cuadro de honor de la sala de
recibo como uno de los mejores salidos de la Primaria. Hasta
este momento no atino a comprender cómo es que aparecí colgado
ahí, cuando mi mejor puesto fue el 23.
En la disyuntiva de elegir
colegio para "el guagua", un amigo le dijo a mi papá:
"Ahí, en el San Gabriel…les tienen a los chicos bajo 7
llaves" y zas me matriculó en el San Gabriel.
Lo que más agradezco de esa
sabia decisión fue la devoción que me inculcaron a la Dolorosa
del Colegio. Ella me ha salvado y me sigue salvando de unas
buenas.
Desgraciadamente nada pudo hacer
en aquel tiempo para evitar que me claven en el 3er curso 7
aplazados por conducta. El primero fue cuando un poco antes de
las 11 de la mañana de un lunes primaveral, me agachaba para
escoger las mejores fritadas de la olla en la tienda del "vecino".
De repente, sentí como un hachazo en plena nuca, venia desde lo
alto, más específicamente desde la ventana del segundo piso
del frente, del colegio, y la voz era un potente bocinazo del
Padre Chacón, como que quería sumergir mi cabeza dentro de esa
paila hirviendo: ¡¡Señor Gavilanes….Adentro!!! ¡¡¡Aplazado
por conducta!!!
Otro aplazado por conducta que me
acuerdo, fue cuando estábamos de noche en una manifestación
por no se qué, frente al Palacio Arzobispal. Realmente no me
acuerdo el motivo de la convocatoria, pero era una muchedumbre
que estaba enfervorizada, los gritos salían con fuerza desde el
fondo de nuestros pulmones y no cesaban los vivas a la
Santísima Trinidad, Vivas al Corazón de Jesús, Vivas a la
Dolorosita del Colegio, vivas a todos los Santos. Santo que
alguien se acordaba…Santo que era vivado. Yo estaba parado
detrás del "Cuchi" junto al Fabián Silva y en ese
momento como que se acabó el repertorio de Santos y al Fabián
se le ocurrió gritar:¡¡¡Abajo el maricón del diablo!!!
Todos, desde el Cuchi para abajo gritamos ¡¡¡¡ABAAAAJO!!!.
Debí yo haber puesto una cara de bestia, justo cuando "El
Cuhi" regresaba a ver cual era el blasfemo.
No es que era indisciplinado,
¡¡No!!. Era que la vida me ponía justo en medio del problema.
No de otra manera se entiende el porqué de mi expulsión del
Retiro Espiritual en el Loyola, y que con tanta devoción estaba
siguiendo. Una noche, después de la sopa de boldos y de la
penitencia, dormía como angelito, cuando una bulla me despertó…
era el Alvarez, que se había conseguido unos muñecos que usan
los ventrílogos y comenzaba a imitar a los santos sacerdotes
que se estaban sacando la madre dándonos los ejercicios
espirituales. No sé si por herencia de algún antepasado mío
que tuvo esa especialidad, pero me acuerdo que yo cogí otro
muñeco y sin ningún esfuerzo mi muñeco entabló una parodia
con el muñeco del Alvarez. Tan bien imitábamos a los curas,
que nos recagábamos de la risa.
Como no éramos egoístas, lo
lógico era compartir esos momentos de sana alegría con
nuestros compañeros, así, fuimos de claustro en claustro
mostrando nuestras habilidades y pronto el breve descanso retiro
espiritual se convirtió en una farra descomunal. Cierto es que
algunitos tomaban muy en serio el Retiro, como por ejemplo el
Marcelito Checa que brincando en su cama, producto del
sobresalto, nos echó de su cuarto al grito de ¡¡¡Impuros!!!
¡¡¡Impuros!!!. Hasta que llegamos a un claustro igual de
austero que los demás, pero la mala suerte fue que ahí dormía
el padre que nos cuidaba.
Entre sustos y alegrías, más
sustos que alegrías, gracias al Carlitos Echeverría, entré al
5º Curso. Al final del primer trimestre, el panorama estaba tan
sombrío que tuve que tomar una resolución: Debía salir del
País. No maté a nadie, ni creo que el problema ameritaba esa
decisión, pero ¡¡qué churos!!! tenía que salir lo antes
posible, y en este punto me van a disculpar que no les cuente el
motivo, porque puedo herir ciertas susceptibilidades. El
problema ahora era ver a dónde ir. Había pensado primero en
China, o la India, pero andaba pelado. Oí por ahí, que el
Negro Sáenz se andaba preparando para ingresar a la Escuela
Naval de Chile y el Palico Páez, para entrar a la misma Escuela,
pero a la parte Mercante, porque de marino mercante se conocía
más ciudades y lo más importante… se ganaba más plata.
Me las ingenié para dar yo
también los exámenes y luego de ciertas vicisitudes, me fui
como cadete a la Escuela Naval en Chile.
Mi paso por la Escuela Naval fue
otra historia llena de muchos gratos recuerdos. Luego de una
honrosa repetición en el 2º curso me gradué como oficial y
ahí me especialicé en Aviación Naval. Salí como Capitán de
Corbeta y me chanté como Superintendente del Terminal Petrolero
de Balao por 10 años.
Antes de eso conocí a una bella
mujer: Cecilia, que ahora está felizmente casada conmigo y
procreamos tres hijos, todos profesionales y buenos hijos.
Después la familia se
incrementó con dos perros pequeños, que llegaron a ocupar el
corazón de mi mujer y la cama matrimonial.
Tengo una Agencia Naviera en Esmeraldas y CERO en la cuenta corriente.
Cuando ustedes lean este breve
resumen, ya sabremos si le botaron o no al Lucio por pendejo y
sabremos también cuál será la Miss Universo. A mi me gusta la
ecuatoriana, pero entre gustos no hay disputas, solo entre putas
hay disgustos.
Un abrazo muy cariñoso a todos
mis compañeros del San Gabriel.
Fernando Gavilanes
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