MI ENCUENTRO CON FERNANDO BREILH
Marzo 12, 2005
Jaime Redín
Eran cerca de las seis de la tarde del Miércoles 2 de marzo, allí estaba yo parado frente al portón de la Curia General de los Jesuitas en el número 4 de la calle Borgo Santo Espíritu, a unas pocas cuadras de la Plaza de San Pedro, esperando encontrarme con mi amigo Fernando Breilh. La Curia esta en un edificio moderno de cinco pisos, cuya arquitectura de color amarillo mostaza guarda armonía con los edificios vecinos que son mas antiguos. Aprovechando de una visita a mi hija Gabriela que estudia en Florencia, viajé a Roma para encontrarme con mi compañero del colegio y con-socio en aquellos inolvidables años del club de la ODEC (Organización de Estudios Científicos). Fernando trabaja y vive como Hermano Jesuita en la Curia General en Roma y acordamos encontrarnos al fin de sus labores diarias. Al anunciarme como amigo de Fernando Breilh el guardia me abrió el portón y me hizo pasar al corredor de la planta baja del convento. Mientras esperaba por Fernando, recorrí el largo corredor leyendo los inspirados propósitos dispuestos por el Papa para las oraciones de cada viernes del mes durante el presente año. Y, de pronto, allí estaba, parado frente a mi con su gorra plana de visera y una respetable barba grisácea, mi amigo de los años jóvenes. Luego de darnos un emocionado abrazo al cabo de estos 43 años de no habernos visto, Fernando, muy apresuradamente, me llevó a la terraza del edificio. Yo no sabia porqué él estaba impaciente con la lentitud del viejo ascensor y me figure que era para evitar que caiga la noche y enseñarme la vista que efectivamente era imponente y magnifica. Se podía mirar Roma en toda su señoría, empezando desde la Plaza de San Pedro hasta el Coliseo y las ruinas romanas. Mientras admiraba el paisaje Fernando me dijo que en realidad, el motivo de traerme tan apresuradamente a la terraza era para mostrarme su “screen-saver.” Sorprendido esperaba ver talvez algún computador escondido por allí en la terraza, pero no, el “screen-saver” del Fernando era nada menos que el cielo del horizonte cubierto con una nube dinámica de miles y miles de pájaros. Estas aves volaban en total armonía formando una oleada que cambiaba sinuosamente de dirección revoloteando en un ángulo del horizonte romano. El espectáculo fue verdaderamente impresionante. No había salido todavía de mi estupor, cuando Fernando me dijo que eran ya las 6 y 14 minutos de la tarde, y que ponga atención a lo que va a pasar en los próximos instantes. Efectivamente, antes mis ojos incrédulos, la tremenda bandada de pájaros se lanzo en picada con dirección al suelo y desapareció casi instantáneamente. Era la hora de acurrucarse en sus árboles para dormir la noche. El “screen-saver” de Fernando se apagaba automáticamente a las 6:15 de la tarde. Luego de admirar los pájaros salimos a caminar por la Vía de la Conciliación en dirección del Castillo de San Ángelo. Encontramos en el camino un café Internet y aproveche para invitarle a que visite las Paginas Web de la promoción. Le gusto mucho las páginas y me prometió visitarlas con más frecuencia y detenimiento. Muy cumplido me entrego en esa oportunidad el ensayo que había escrito sobre sus vivencias para que lo comparta con nuestros compañeros del colegio en las Paginas Web. Su ensayo se titulaba el “Romance de mi destino…” Como el manto de la noche ya había caído sobre las calles romanas, nos apresuramos en buscar un restaurante para poder compartir las pocas horas que nos quedaban antes de que me cierren las puertas del convento. Le invité a Fernando que ordenara algo especial para celebrar el encuentro. Me sorprendió nuevamente cuando ordeno solo una frugal sopa de verduras y me dijo sin embargo que se tomaría un exceso en la bebida ya que en el convento por años y años solo dan Coca Cola o Sprite. Pensé para mí que aquí nos íbamos a servir un buen vino añejo, pero para mi sorpresa, su bebida favorita era la Fanta. Empezábamos a enfrascarnos en la conversación cuando la mesera nos sirvió la cena. Fernando empezó a poner su bebida en el vaso cuando noto que por error le habían traído una Coca Cola! Fernando comento que parecería que la Coca Cola era parte de su destino. Quise llamar a la mesera para pedir un cambio pero Fernando se interpuso porque ya había abierto la lata. De todos modos insistí y ordene que además de la Coca traigan una Fanta. Fernando cumplió su deseo y se llevo la lata de Fanta al convento. La conversación fue muy interesante, Fernando me contó de las inclinaciones que siempre sintió desde muy joven por la vida monástica. Quiso ingresar al Loyola pero no tuvo el apoyo de su familia, luego cuando llego a su mayoría de edad y se sintió mas independiente de su familia decidió seguir la llamada que estaba siempre dentro de su corazón. Esto le llevo a conocer muchos países y observar varias culturas, y reconocer que por mas distintos que seamos los seres humanos, en el fondo somos iguales y el servicio a los demás es lo que mas llena al ser humano. Yo le conté de mis aventuras en mi vida, del milagro que San Josè Maria nos hizo en la persona de mi hija Gabriela que, como mencionaba antes, esta ahora estudiando en Italia y fue quien me ayudo a localizar a Fernando, y hablamos de mi sueño de cambiar la forma como entramos los números en un teclado numérico. Debido a la dificultad de conseguir hotel en Roma con tan poca anticipación, Fernando me hizo, el día anterior a mi llegada, unos contactos con un convento de monjitas localizado en la Plaza de San Pedro. Ellas han organizado un hotel en el convento y el cuarto tiene la condición de que el huésped regrese a dormir antes de las 10 de la mañana… perdón, quiero decir antes de las 10 de la noche. En fin las horas pasaron rápidamente y allí estábamos de pronto corriendo por las calles obscuras de Roma de regreso al convento de las monjitas. Llegamos justamente a la 10 de la noche y mientras me abrían la puerta nos dimos un caluroso abrazo de despedida. Le pedí a Fernando que rece por el éxito de mis proyectos, y me dijo sonriente que no creía que sea necesario por que obviamente yo tengo mis palancas en el cielo. Le conteste que talvez tenga razón, pero definitivamente él estaba mas cerca del cielo de lo que yo puedo estar. Parado en la puerta del convento le vi desaparecer enrumbándose nuevamente camino a su destino….
Jaime Redin |